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Carlos Álvarez, estela machadiana

por ACESCRITORES

© José Luis Esparcia

”Los sueños, el amor, las intenciones, / son lugares de paso” por los que transitó Carlos Álvarez, y que nutrieron su experiencia vital y lírica de un ideal, de una sensibilidad y de una cultura conjurados para dejar una simiente de libertad y fraternidad que solo pudo ver cosechada parcialmente, a pesar de costarle tortura y cárcel (fue el poeta reconocido que más veces entró en las cárceles franquistas), y para conseguir un fruto de expresión lírica que abarcó desde el mensaje poético de intencionalidad social, a la perfecta belleza musical del lenguaje lírico.

Nunca se reconoció maestro de nadie, pero sí discípulo de muchos (Miguel Hernández, Antonio Machado, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Ángela Figuera, etc.). Desde Skrevet pa muden (Escrito en las paredes) (1963), publicado por vez primera en Dinamarca, debido a la censura franquista, hasta Memoria del malentendido (1993), libros como Tiempo de siega y otras yerbas, Aullido de licántropo, o El testamento de Heiligenstadt, su huella ha ido marcando a aquellos lectores que han apreciado el ritmo pletórico de una poesía de pensamiento continuo y profundo, así como de una expresión clara y decidida para cumplir el propósito que se hiciera cuando decidió expresarse a través de la poesía, según él, porque “… descubrí que también era considerada poesía la expresión de una intensa manera de preocuparse por los demás, con un lenguaje urgente y cotidiano”.

No compartía los encasillamientos temáticas de la poesía; no se llamó a sí mismo poeta social o político; pero reconoció siempre, y aceptó, utilizar la vía comunicativa de la poesía para conciliares con la humanidad, y para acercarse a un ideal de convivencia al que no renunció nunca, ni aun en el último aliento.

Su infancia fueron “…recuerdos de un muro de Sevilla / y el desplomarse lento de un cuerpo acribillado”; su juventud, lucha continua solidaria, de intenciones y cárceles. Y en ningún momento dejó de referirse a la fraternidad y su diversa simbología, como condición necesaria para conseguir el ideal de convivencia con la poesía como flanco indispensable.

El poeta español contemporáneo que más intensamente utilizó en su obra el concepto de fraternidad, se ha ido dejando una estela de valores (honestidad, coherencia, bondad) por los que sufrió, pero a los que nunca renunció.

Al igual que en su gran amigo y camarada, Armando López Salinas, gran parte del potencial literario quedó sumergido por la urgencia combativa para avanzar en el ideal humano de paz y libertad.

Socio fundador de ACE, estuvo siempre donde el trabajo colectivo diera un fruto de humana convivencia.

Como es habitual, el olvido es a veces una ola de fuerza impredecible. La historia reseñar cíclicamente sus nuevas propuestas, sus nuevos actores. La “industria” cultural, como es llamada, en los tiempos acelerados del marketing de masas, donde todo está a un “clik”, sabe más de beneficio neto que de ideales, y si se detiene un instante, es solo ante los mitos. El silencio cayó sobre la figura y la obra de Carlos Álvarez, excepto editoriales arriesgadas (Barthleby, Adhara, Asesoras), con más ideal que recursos competitivos en el terreno industrial. Pero lo que no ha caído nunca es la adhesión histórica de sus lectores, que compartieron y comparten con él que, por encima de la poesía, “Colocar un peldaño es lo importante / (…) / y dejar que el esfuerzo del hermano / apoye su raíz en nuestra espalda”.

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