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El legado de Almudena Grandes

por ACESCRITORES
© Pedro García Cueto

La muerte el pasado 27 de noviembre de la escritora madrileña Almudena Grandes ha dejado un vacío en la literatura española. Su obra representa un gran ejercicio de narración, donde los personajes cobran vida. Tanto es así que ha llevado a cabo, hasta el momento de su muerte, la ingente tarea de escribir la serie Episodios de una Guerra interminable, donde la escritora ha dado voz a muchos personajes del pasado republicano. Su conocida ideología de mujer progresista ha estado presente en su obra, pero también en multitud de actos en los que participó, en sus novelas y también en sus columnas de El País.

Se dio a conocer en la literatura española con el premio La sonrisa vertical por Las edades de Lulú en 1989. Autora de novelas como Te llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan. Dentro de las novelas pertenecientes a los Episodios de una Guerra interminable, como Inés y la alegría, que ganó el Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Iberoamericano de novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. A la que seguirán novelas como El lector de Julio Verne en 2012, Las tres bodas de Manolita en 2014, Los pacientes del doctor García en el 2017, que se llevó el Premio Nacional de Narrativa, y en 2020, La madre de Frankenstein.

El corazón helado ganó el premio José Manuel Lara en 2008, en ella se cuenta la historia de dos personas, Álvaro y Raquel, él de familia falangista y ella de familia republicana, que se conocen en el entierro del padre de Álvaro. Se enamoran y se dan cuenta del universo que les separa, donde los convencionalismos, los estereotipos, los rencores son todavía muy fuertes para unirlos. Almudena Grandes construye un paisaje emocional de gran belleza, donde demuestra su capacidad para hilar personajes, para construir el tejido afectivo en el que se sustenta la novela.

La intención de la escritora de ahondar en los personajes que se fueron al exilio a Francia es esencial en sus últimas obras, porque ese mosaico de perdedores es, para Almudena, el espacio en el que transita su admiración y su afecto.

Hay en la obra de Almudena Grandes un afán de radiografiar una época, de ahondar en unos personajes, de retratar vidas de seres que sufrieron penurias, pero que salieron adelante a través de una prosa cuidada y bien elaborada. Hay una gran labor de investigación en su obra, porque cada novela de Almudena se teje como un tapiz donde los personajes van poblando un espacio, van llenado el cosmos de un mundo difícil, donde irán sobreviviendo a las adversidades.

En Los pacientes del doctor García vemos el tema de la identidad falsa, cómo Almudena va dando voz al doctor y a otro personaje, Manuel Arroyo Benítez, que se salvó de ser fusilado y vuelve del exilio en 1946, para integrarse junto al doctor en una organización clandestina de criminales del Tercer Reich que lograron evadirse antes de ser detenidos por los aliados. De nuevo, la escritora madrileña va trazando el cosmos de un mundo que aparece ante nuestros ojos con gran atractivo, ya que hay espías, asesinos, etc.

Toda la obra de Almudena Grandes ha ido trazando ese espacio donde los personajes saben moverse con soltura, son descritos con pericia por una buena discípula de Galdós, que ha sabido observar el mundo que la rodea e ir construyendo un universo de seres derrotados que luchan por sobrevivir.

En La madre de Frankenstein, Almudena retrata muy bien el mundo del manicomio donde se halla Aurora Rodríguez Carballeira, la cual había matado a su hija Hildegart, porque la consideraba obra suya y no quería que se convirtiera en un ser independiente, en un talento como era en tiempos de la Segunda República (ya había entrado en política). Para construir esta gran novela, Almudena Grandes habla de la eugenesia y del doctor Vallejo Nájera, porque considera que todo afán de superioridad de la raza quiere destruir el mundo.

La novelista siempre ha denunciado las injusticias, ha defendido a aquellos que eran expoliados por los ricos y ha sabido recrear todo un tiempo donde los mayores logros se combinaron con desaciertos, en la Segunda República española.

La muerte de la escritora, cuando estaba a punto de salir un nuevo libro, es un hecho luctuoso, porque la narradora madrileña ha aportado genialidad y brillo a sus historias y ha sido una clara defensora de los derechos de mujeres y de otras causas sociales.

El tejido de sus libros sigue vivo, el tapiz donde uno puede reflejar esa radiografía de seres que sienten el desprecio de los que se creen superiores está hilado con esmero, porque Almudena conoce y quiere a sus personajes, les ha dotado de luz y en un espacio de sombras ha sabido crear los fulgores que han conseguido hacer de su narrativa excelente literatura.

La voz de Almudena, sus opiniones en prensa, sus libros, son todo un testimonio de una mujer valiente que se ha ido demasiado pronto, su legado es su obra y en ella debemos mirarnos. Ante el peligro creciente de los que tienen autoridad moral para imponer sus criterios, la obra de Almudena crece como savia que ilumina en tiempos aún marcados por la confrontación y por el rencor. Su eco vivirá siempre en nosotros.

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