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Reseña del poemario de Paloma Fernández Gomá

por ACESCRITORES

Por JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ

La amplia trayectoria poética de Paloma Fernández Gomá, madrileña afincada en Algeciras (Cádiz), autora de quince libros de poesía y uno de narrativa, directora de la revista Dos orillas, finalista del Premio de la Crítica de Andalucía 2005, se completa por ahora con el libro Las edades del alma.

Paloma Fernández Gomá

De la naturaleza humana y su afán de asentamiento en el mundo, pero también de su sed de espiritualidad y trascendencia, habla Las edades del alma: “Acontece nuestro tiempo, sublime / y extenso / iniciando una vez más su firme promesa / de no desvelar jamás el secreto de los siglos / para no cerrar las cicatrices, / que el alma ha ido tejiendo en sus edades”.

Hay un fondo filosófico en el libro, explícito además por las citas finales de Platón (“El alma es el verdadero yo del ser humano, es espiritual e inmortal”), Tertuliano o Demócrito de Abdera y Mileto. Se divide el poemario en siete niveles, desde “Primer nivel” hasta “Séptimo nivel”, más los poemas Es el alma el fruto de alimento y Será el origen del alma engendrado. Es un recorrido por lo ya conocido como “siete niveles o edades del alma”, y también están de trasfondo y referencia las
moradas del alma de Santa Teresa: la devoción y la búsqueda del alma; el proceso de purificación; la prueba de sinceridad hacia Dios; el principio de la presencia viviente del Espíritu Santo dentro del alma; la Santidad; la Santificación; la Unificación. Así que hay mucho de filosófico, de espiritual, de religioso en el planteamiento de la autora. Siempre, eso sí, convertido en lírica. Así, en la obra pasamos de nivel en nivel, con un léxico que denota esta evolución temporal y espiritual. Primer nivel: nacimiento, origen, vida. Segundo nivel: ostracismo, yugo, entrega, fruto. Tercer nivel: naturaleza, tiempo. Cuarto nivel: devenir, tempus fugit, Ubi sunt. Quinto nivel: tiempo de los tallos, luz y sombra, en una visión pesimista, egoísmo, quietud. Sexto nivel: Karma, la
paradoja de las cenizas, reconciliación. Séptimo nivel: la verdad del último instante, almas en desasosiego, edad madura, hojas marchitas, hora póstuma. Remate de estos niveles, estos versos:

«Queda también el insomnio de los años
que lentamente han ido pasando
en un acontecer minucioso y vital,
bajo este arco de medio punto que nos sostiene,
quebradizo y atávico,
derramando óleos y arcilla
sobre la humedad de nuestra tierra».

Son poemas largos, quizá en exceso, por lo que a veces cuesta seguir el hilo en oraciones muy largas. Se le añade un léxico cultista en muchas páginas: “Ánforas de garum y llamas en pebeteros precedieron / a los contornos de henna en los ojos / que reflejó el espejo” (p. 33); “hasta llegar a ceñir el cíngulo / que sobre el horizonte desvela / una nueva madrugada, / un
espacio de rúcula y ciclamen / que perpetuará las horas futuras” (pp. 9-10). Postura lingüística que nos recuerda, por ejemplo, al poeta cordobés actual Manuel Gahete

«Quedará la fiebre debilitando la embestida
de los troncos reventados por la tempestad,
y tras la amenaza de la última sacudida
el alma guardará reposo.»
(fin del segundo nivel, p. 15)

Tiempo podría ser una palabra para definir la obra, como cualquier gran obra de la poesía universal. Tiempo y sus metáforas y símbolos, como el mar, el agua, aquí también, necesarios para expresar esta “orfandad”, esta vida, “limbo absoluto”. Tiempo expresado en verso con un sentir lírico amplio de miras espirituales. Tiempo y palabra, palabra y alma, alma y ansia deeternidad.

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